A veces se nos ciega tanto el corazón con las cosas superfluas, que perdemos de vista incluso lo que nos hizo nacer, crecer, amar. Perdemos ilusiones, sonrisas, sueños, personas, y con ello el tiempo, mucho tiempo. Y mientras lo dejamos escapar con la vista en todo aquello efímero olvidamos lo mejor que tuvimos, lo mejor; lo que nos hizo convertir cada segundo insignificante en una eternidad, en alo especial. Y al despertar de ese letargo, si es que despiertas, ya estás muy lejos de lo que amaste. Y entonces, solo entonces, cuando has perdido lo único que daba sentido a todo lo que hacías, quieres morirte porque el mundo ya no es nada, las cosas ya no te hablan, los minutos no terminan, solo ayudan a recordar lo que ya no está. Y entonces, solo entonces, te preguntas: ¿por qué mi vida es blanca y no roja? Y alguien responde desde arriba, desde donde se divisa todo lo que hacías "porque solo te preocupaste de manchar el lienzo y te olvidaste de lo más importante, PONER COLO...